#LaResistencia



El uribismo está de vuelta en el poder. Controla una buena parte del legislativo, y se presume que controlarán el poder judicial. Semejante concentración del poder se asemeja a la Venezuela de hoy en día, o al Perú durante el reinado de Alberto Fujimori. Uribe gobernará en cuerpo ajeno y de la mano de una coalición de fuerzas fundamentalistas y ultra-conservadoras, enemistadas con la paz y las reformas liberales y democráticas logradas en los últimos años. 

A pesar de todo, los resultados de las elecciones son alentadores. El uribismo no ganó de manera contundente. De 18 millones de votantes, 8 millones dijeron no al uribismo, y por primera vez en la historia, votaron ampliamente por un candidato de izquierda, que a la postre, había sido guerrillero durante su juventud. Esto confirma la lenta pero consistente marcha de una mentalidad liberal, progresista y sin dejos de polarización. Inspirados por los resultados de las elecciones muchos han llamado a organizar la resistencia activa y pacífica en contra del nuevo régimen. La pregunta clave es: ¿Cómo? 

En principio sobra decir que el liderazgo es indiscutible. Gustavo Petro es quizás el líder de izquierda más importante de los últimos tiempos, con una popularidad apenas comparable a la de Jorge Eliecer Gaitán. No sólo le respaldan los 8 millones de votos, sino su paso por la Alcaldía de Bogotá y el Senado de la República. Pero un verdadero movimiento de resistencia debe ir más allá del liderazgo de un individuo. En este momento el paso a seguir debe ser la conformación de un frente amplio que agrupe a las fuerzas disidentes y progresistas del país, por encima de las ideologías y los metarrelatos. La numerosa votación de Petro se debe en gran medida a su capacidad para seducir a sectores tan diversos como la izquierda más radical y el centro-ideológico. En la unidad está la clave. Es imperativo restaurar el ideario que dio vida a Alternativa Democrática, una coalición de "izquierdas", usualmente enemistadas, que decidieron cerrar filas para enfrentarse al enemigo común: el uribismo en sus primeros años. De allí surgió el Polo Democrático Alternativo en el 2005, hoy malogrado y debilitado por las luchas intestinas. 

Un nuevo proyecto unitario debe ir más allá de las "izquierdas" tradicionales, los movimientos, y partidos. Debe sumar a las organizaciones de base, a las ONG's, sindicatos, gremios, y a las Juntas de Acción Comunal en el campo y la ciudad. Pero no debe sumarlos como una masa uniforme, maleable, y transferible. El gran error de la izquierda colombiana durante el siglo XX, como lo advierte el historiador Mauricio Archila, fue acercarse a la sociedad civil sin el debido respeto, asumiéndose como la vanguardia revolucionaria, y desconociendo su amplia trayectoria de lucha por reivindicaciones sociales y económicas. Un frente amplio debe ser transversal, y abrazar causas en los ámbitos de clase, raza y género. La pobreza es multidimensional. No afecta por igual a las mujeres, a los negros, a la población LGBT, o a los indígenas. La explotación, el racismo, el patriarcado, y la homofobia se desprenden de la misma rama, y todos debe ser combatidos. Hay que romper el androcentrismo heteronormativo de la izquierda colombiana, y construir nuevos liderazgos. La defensa de los derechos humanos debe ser integral, sin desatender los derechos sexuales y reproductivos, los derechos medio-ambientales, y culturales. Hay que romper la jerarquía centro-periferia, y permitir que las regiones marquen la pauta. Fue allí donde el uribismo fue derrotado en las urnas, y es allí donde están las bases para construir la resistencia. La resistencia, por último, debe ser colectiva, de masas, pero al mismo tiempo individual y espontanea. Que cada individuo, desde su propia trinchera, sepa que está trabajando para construir un país distinto. Que la lucha sea de todos, y que la resistencia nos sea nuestra. 

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