Cartagena: una ciudad cínica




Para finales de los años 60, la avenida Pedro de Heredia había prácticamente llegado a las puertas del Centro histórico. Había iniciado muchos kilómetros atrás y ahora por fin había llegado a su destino final. Sin embargo, aún faltaba superar un obstáculo: el barrio Chambacú. La avenida tenia que partir el barrio en dos y seguir su curso hacía el centro de la ciudad. Mientras los chambaculeros que iban a ser desplazados por la avenida, intentaban aminorar las consecuencias de la expropiación de sus casas, los gestores de la obra estaban mucho mas preocupados por la Cartagena que quedaría al descubierto con el paso de la avenida por Chambacú, un barrio sumido en la pobreza, con mas de 10.000 habitantes viviendo hacinados y en condiciones sumamente precarias. Pero a uno de los urbanistas se le ocurrió una genial idea: elevar muros al pie de la avenida recién construida, para evitarle a visitantes y nativos el espectáculo bochornoso de la miseria en Chambacú. Él mismo, sin mayores escrúpulos, comparó la medida con esconder la basura debajo de la alfombra. 

Esta historia se ha repetido una y otra vez en todos estos años. Los administradores de Cartagena, recogen la basura y la colocan debajo de la alfombra de concreto que tenemos por ciudad, para que nuestros visitantes no se sientan contrariados con la realidad cruda que experimentamos irremediablemente los ciudadanos día tras día. Hoy, El Universal, el principal diario de la ciudad, publica una nota deshonrosamente acritica donde anuncian que los indigentes, las prostitutas, los niños de la calle, los vendedores ambulante y los perros serán removidos del Centro histórico, como parte de los preparativos para la VI Cumbre de las Américas. Una vez mas, los indeseables son perseguidos, "barridos debajo de la alfombra", para que nuestros honorables huéspedes no se sientan disgustados con su presencia. Les crean  la forastero un espacio ficticio, de privilegio, una "ciudad fingida", donde puedan andar sin contratiempos, sin tener que exponerse a los peligros de una ciudad violenta, desconfiada, desigual, y ante todo, cínica, porque deliberadamente se engaña así misma, ocultando una realidad lamentable, en vez de encargarse de corregirla. 

Al terminar la dichosa cumbre, todo volverá a la normalidad. El indigente una vez mas a la calle, la prostituta a la acera, donde seguirá alquilando su cuerpo por unos cuantos pesos, y el vendedor ambulante a los andenes y a las plazas, para seguir a esperas de un humillante operativo de restitución del espacio publico que algún día llegará. Supongo que exterminarán a los perros, así como la policía de Rio de Janeiro exterminaba a los niños de la calle a inicios de los 90. Una bala directo en la cabeza, mientras dormían arropados entre mantas, para calmar el frío de la noche y de los corazones deshumanizados de la ciudad. 

Foto: Chambacú en 1967. 

Comentarios

  1. ESTOY COMPLETAMENTE SEGURO QUE ESTAS SITUACIONES SE PRESENTAN EN TODAS LAS LATITUDES DEL PLANETA. LO QUE ME LLAMA AÚN MÁS LA ATENCIÓN, ES LA SUMISIÓN QUE POR POCO RAYA EN COMPLICIDAD DEL GRUESO DE LA POBLACIÓN CARTAGENERA. ESTAMOS ACOSTUMBRADOS A AGACHAR LA CABEZA, SOMOS, Y LAMENTABLEMENTE LO DIGO, UNA CIUDAD DE COMPLEJOS, MIEDOS Y RESIGNACIÓN. POR QUÉ?

    ResponderEliminar
  2. Es dificil responder. Paradojicamente, en los comentarios que uno suele escuchar en la calle, las personas manifiestan sus descontento, ya sea porque consideran que este tipo de medidas deban hacerse permanentemente o que deban extenderse al resto de la ciudad, o ya sea porque estan en desacuerdo con que se pretenda manejar el problema de las personas desamparadas de esta forma. Siempre he sentido que detrás de todo ese silencio complice lo que existe es una ausencia de un sentido activo de la ciudadana.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares