El Museo Histórico de Cartagena y la resignificación de la memoria local



Las Bóvedas. Robert Niles (1924)

Cualquier día caminaba por las calles del Centro y justo cuando cruzaba  frente a las Bóvedas, un cochero se adelantó a mi paso. Me pregunté enseguida que historia les narraba a los desprevenidos turistas. De seguro les contaba como Antonio de Arévalo había diseñado las Bóvedas a finales del siglo XVIII para albergar pertrechos militares y disponerlos para defender a Cartagena del asedio británico. Probablemente les habrá contado cómo las convirtieron en prisión para encarcelar a los revoltosos que procuraban la independencia años después. Y supuse igual que nada les había dicho sobre cómo las Bóvedas a inicios del siglo XX sirvieron como vivienda para albergar a las familias pobres de la ciudad. Me pregunté entonces, ¿Por qué al cochero no le pareció importante incorporar ese capítulo de la historia a su guión? Quizás es porque poco o nada les importa a los turistas el problema de la vivienda en Cartagena, a pesar de que sea uno de los temas claves de la realidad histórica de la ciudad durante el siglo XX y XXI. 

De seguro el cochero no tenía ni las mínima idea de que las Bóvedas habían servido a tal propósito hasta hace tan pocos años. Ni a él, ni a la mayor parte de los cartageneros se les ha enseñado una historia distinta a la que se les narra a los turistas. Una historia en la que muchos capítulos han sido silenciados y echados al olvido. La historia en sí, como bien lo dijera el historiador haitiano Michel Rolph Trouillot, está hecha a base de ellos. Unos momentos históricos se narran hasta el cansancio, generación tras generación, y muchos otros se pierden para siempre en los laberintos caprichosos de la memoria.

Conscientes de esta realidad, el Museo Histórico de Cartagena ha puesto en marcha un plan de renovación de su colección con el fin de resignificar la memoria local y de remediar sus silencios. Ante todo, ha procurado que el Museo sirva a las necesidades de la realidad presente. Por años, la muestra del mismo se había casi que limitado a la exhibición de piezas alusivas a la Inquisición, muchas de las cuales jamas habían sido utilizadas en Cartagena, pero que bien ilustraban los horrores de la institución. Las piezas sin embargo estaban pobremente contextualizadas, y por sí solas eran incapaces de contar nada distinto al acto básico de la tortura. Las otras colecciones que acompañaban a las de la Inquisición eran mucho mas pequeñas y gozaban de menor notoriedad. Los cambios implementados por el Museo, como parte de su apuesta pedagógica, han corregido el exagerado énfasis. Ahora herramientas audiovisuales, pensadas para atraer a las nuevas audiencias, narran con mucho mas detalle el alcance de la Inquisición, y le dan nombre y rostro a sus victimas, que han pasado de ser cuerpos anónimos e imaginarios despedazados en maquinas de tortura, a seres de carne y hueso cuyas vidas han sido debidamente documentadas y a través de las cuales se expone la cara humana de la tragedia experimentada por las victimas mas desafortunadas de la Inquisición. Las victimas dejan de ser seres sometidos para convertirse en sujetos históricos altivos que pasaron por las garras del sistema colonial cuando se atrevieron a desafiarlo.

Atentos al momento actual por el que atraviesa el país, el Museo ahora expone la Inquisición desde la perspectiva de los Derechos Humanos, para así establecer un vinculo entre el ayer y hoy. El presente de la nación se examina críticamente desde el pasado. Por otro lado, imágenes, textos y vídeos componen una muestra sobre la cultura popular cartagenera que traza sus raíces al encuentro de las culturas africanas, indígenas y europeas. Las otras salas del Museo aguardan su renovación para así sumarse a los esfuerzos por reorientar la forma en como se narra y enseña la historia de la ciudad. 

Es bastante probable que los turistas (y no pocos nativos embriagados por la nostalgia) lamenten la ausencia de las piezas de la Inquisición que detallaban la forma en como aquellos cuerpos anónimos eran destazados de la manera mas brutal. Pero es importante entender que la historia debe servir a las necesidades mas apremiantes de la sociedad presente y que no debe convertirse en un mero souvenir para entretener a forasteros desprevenidos, muchos de los cuales una vez regresen a sus vidas casuales, habrán de tirar a Cartagena para siempre en las marañas necias del olvido. 

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