FARC: dogmatismo escrito con sangre


A Andres Felipe Perez le fue diagnosticado un agresivo cancer terminal cuando apenas contaba con 10 años. Segun los medicos, solo un transplante de riñon podia salvarle la vida. Pero ninguno de sus familiares allegados era compatible con el pequeño. Solo su padre podia donarle el riñon que le salvaría la vida. Desafortunadamente, su padre, Jose Norberto Perez, era un suboficial de la policia que habia sido secuestrado por las FARC justo en el inicio de la fase critica de la enfermedad de Andres Felipe. Solo su liberación hubiese permitido la donación exitosa, y por consiguiente, haber salvado su vida. A pesar de las peticiones y los ruegos del niño, de su madre y de la opinión publica en general, las FARC se negaron reiteradamente a liberar a su "prisionero de guerra", a pesar de que en aquel momento se adelantaban dialogos de paz entre la guerrila y el estado colombiano en la zona de distensión del Caguán. Dilataron tanto la petición, que a inicios del 2001, los medicos a cargo del cuidado de Andres Felipe, revelaron que ya era imposible salvar su vida y que no le aguardaban muchos meses de vida. Las suplicas del niño tomaron otro rumbo. Ahora, imploraba que le permitieran ver a su padre antes de su inevitable partida. Sin embargo, las FARC nuevamente insistieron en su negativa. Finalmente, el 18 de diciembre del 2001, Andres Felipe perdió la batalla contra el cancer, y murio esperando por el retorno de su padre. Él, sería asesinado por las FARC tiempo despues, en un intento frustado de escape. 

Muchos acompañaron el clamor del niño por la liberación oportuna de su papá. Uno de ellos, fué Fidel Castro, el lider historico de la Revolución Cubana y el presidente de Cuba en aquel entonces. Él, de su puño y letra, le escribió una carta al comandante Manuel Marulanda, llamando a la liberación del hombre, por respeto a los principios humanitarios de todo buen revolucionario. Marulanda le respondió, que no se preocupara, que año tras año morian cientos de niños aquejados por el hambre originada por la oligarquía, y que antes que todo, lo mas importante era el triunfo de la revolución. Se dice, que un Fidel Castro visiblemente disgustado dijo: "lo que faltaba, que estos me vengan a dar clases de revolución a mi". 

Una visión apresurada de los actos de las FARC harían pensar a cualquiera que ellos han perdido sus ideales tras casi 50 años de lucha. A diferencia de lo que supone la mayoría, yo particularmente considero que ellos no han perdido sus ideales, y que por el contrario, los conservan intactos a pesar del paso del tiempo. Pero eso no es motivo de celebración. Ese es quizás uno de los peores defectos de la guerrilla, junto al irrespeto permanente a la sociedad civil y al derecho internacional humanitario. El marco ideológico que todavía  mueve a las FARC es anticuado, ortodoxo y dogmático, incapaz de comprender las dinámicas de la realidad actual. Ellos son los herederos de modelos explicativos inútiles para explicar las nuevas formas de exclusión y desigualdad que hoy aquejan al país. Como dice el destacado sociólogo e historiador Daniel Pecaut, las FARC pareciera: "no darse cuenta de los cambios ocurridos en Colombia. Como los pasajeros de dos trenes que se encuentran en una estación, creyeron que se movían cuando en realidad lo que se desplazaba era todo y cuanto los rodeaba." Presa de sus propias confusiones, han alargado un conflicto armado que hoy mas que nunca amerita una salida política, donde las partes involucradas se sienten a negociar, apartándose de posturas dogmáticas e irreconciliables.

Hoy, tras décadas de un brutal conflicto armado, la sociedad civil colombiana sigue encerrada en el fuego cruzado de los actores de la guerra. Todos y sin excepción alguna, desde la guerrilla, pasando por los paramilitares y la fuerza publica, son violadores de los derechos humanos, y han sometido al pueblo a vejaciones innombrables. Los hechos recientes nos demuestran la brutalidad de la guerra. Cuatro secuestrados acribillados, tras mas de 10 años de encierro en la selva, un acto apenas comparable con el encierro prolongado al que someten a los sentenciados a muerte, antes de quitarles la vida, tal como si estuvieran pagando una doble condena.

Fotografia: Andres Felipe Perez en compañía de su madre.

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