Varios "bicentenarios", una sola patria













Somos la generación del bicentenario. Una generación que mira hacia al pasado, con vocación de futuro

Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia, 2010- ????

Discurso de posesión, 7 de Agosto del 2010

Desde un edificio ubicado a un par de cuadras de la Avenida Séptima de Bogotá, se podían escuchar los gritos y las arengas de un grupo de manifestantes que se enfrentaban a la fuerza pública. Eran el remanente de una marcha que reivindicaba una interpretación alterna de la conmemoración del Bicentenario. Tan solo una noche antes, el 20 de Julio, en una abarrotada Plaza de Bolívar, había tenido lugar la celebración oficial del segundo centenario de la Independencia, en un majestuoso evento de imágenes, luces y sonidos. Mucho menos glamorosa, la Marcha Patriótica, desde el 19 de Julio, había protagonizado varias manifestaciones, en las que insistía en la necesidad de hacer del Bicentenario, una fecha para la reflexión. El 20 de Julio, para ellos, más que una fecha de celebración, debía interpretarse como una oportunidad para meditar alrededor de las tareas incumplidas en 200 años de vida republicana. Inclusive, no hacían mayor distinción entre un antes y después del “día 20”. Para ellos, se cumplían casi 512 años de sometimiento y opresión, iniciados en 1492, y que no habían corregido su marcha en 1810.

La nación Misak (Guambianos), un pueblo indígena proveniente del Kauka (Cauca), lideraron la marcha del 19 de Julio, y allí lanzaron su voz de protesta en contra de la “nación” colombiana, que históricamente les había negado el respeto, la dignidad y el reconocimiento de los suyos. Asumían la voz de los pueblos indígenas del país, aquellos mismos que durante la independencia, desde Pasto hasta Santa Marta, demostraron su desconfianza frente al nuevo régimen que surgía, y que 200 años después, ven justificadas las razones para haber desconfiando.

El 20 de Julio, mientras tomaba posesión el nuevo Congreso, que iniciaba labores sin representación de los aborigenes (debido a la aparente victoria del Voto en Blanco, en las elecciones de marzo pasado, en las listas de la circunscripcion nacional para los indigenas), decenas de mujeres y niños indígenas, en las calles aledañas a los centros de poder, se hallaban apostados en los andenes, con las manos extendidas, pidiendo unos cuantos pesos para calmar el hambre. Paradójicamente, en el evento conmemorativo de aquella noche, se destaco la unidad en la diversidad del pueblo colombiano, y el valioso aporte del pueblo indígena a la formación de la patria. Dos caras de una sola realidad, facetas, que sin embargo, no se contradicen. La primera, el resultado obvio de una estructura social, económica y política, que tolera la inequidad, y la segunda, el barniz con el que se le pretende ocultarle.

Al termino de los primeros 200 años de la república, el Foro Permanente de las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, calificó la situación de los pueblos aborígenes en Colombia, como “grave, critica, y profundamente preocupante, a pesar del reconocimiento constitucional de sus derechos”. Lo que se expresa, es la oposición permanente entre la norma y el acto, el fracaso de la Carta de 1991, y por supuesto, de los principios de igualdad proclamados desde los inicios de la república.

El 7 de Agosto, 18 días después del Bicentenario, y precisamente en el marco de otra fecha de celebración histórica, Juan Manuel Santos, el nuevo presidente colombiano, tomaba posesión. Inició su extenso discurso, recordando su posesión simbólica frente a los “hermanos mayores”, las autoridades del pueblo Kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta. Omitiendo la cruda realidad de las mayorías del pueblo indígena, destacó nuevamente la diversidad étnica como el pilar de la unidad; como el símbolo de su proyecto político de unidad nacional. El orden hegemónico instrumentaliza las expresiones culturales antes desconocidas, las convierte en insumo para su propia imagen. Consumado el acto, dichas expresiones retornan al olvido. No sería la primera vez, ni mucho menos la ultima.

Pero a la par de quienes gozan de aquel reconocimiento fugaz, siguen estando presentes, todos aquellos pueblos confinados permanentemente a la exclusión. Una fracción de ellos, hizo del Bicentenario un espacio para la denuncia y la protesta. Vivieron la fecha a su estilo; se apropiaron de la memoria para sus propósitos. Colectivos afrodescendientes en Bogota, por igual, aprovecharon el 20 de Julio para expresar su negativa a celebrar una fecha que simboliza para ellos la perpetuaciòn de la esclavitud, que solo fue abolida hasta 1851. Formularon mas de 150 preguntas al Estado colombiano, sugeridas por miembros de su comunidad, que apuntaban en su mayoria al dilema de la discriminaciòn ininterrumpida despues de la Independencia. En Barrancabermeja, las organizaciones sociales citaron a un gran Foro Social, donde debatieron sobre los ultrajes cometidos a la independencia conquistada, por obra de la imposición permanente de un modelo economico desigual e injusto. En Cartagena, un grupo de jóvenes artistas, a inicios del mes de Julio, convocaron a otros artistas de la ciudad, para que representaran a su manera a Pedro Romero, el líder popular de la independencia local de 1811. Se inspiraron en la ausencia de la imagen del prócer en el panteón de héroes del Museo Nacional de Colombia. Desde al arte y las palabras, y tomando como lienzo las paredes del barrio Getsemaní, epicentro del movimiento emancipador, se encargaron de llenar los vacios de la Historia, y de resignificar el aporte popular en la lucha por la libertad y la igualdad. Esta y todas las manifestaciones alternativas alrededor del Bicentenario, deben ser un ejemplo de la manera en cómo podemos apropiarnos del sentido del pasado, para emprender una comprensión critica del presente que sirva como base para la construcción de un futuro distinto. Cuando se cierra el telón de las conmemoraciones oficiales, se abre para las organizaciones sociales, los movimientos políticos, la academia, las minorías étnicas, la sociedad civil en pleno, la oportunidad de elaborar una agenda distinta, mas critica, más reflexiva y menos carnavalesca, para el Bicentenario. Es indispensable, emprender la construcción de múltiples “bicentenarios”, aunque sean dentro de los confines de una sola patria.

Fotografias: "Pedro Romero Vive Aqui" en Cartagena (3 de Julio), Marcha Patriotica en Bogotá (19 al 20 de Julio) Bicentenario del Nororiente en Barrancamermeja (18 al 20 de Julio)

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