La pandemia del cólera de 1849: reflexiones para el presente


Ya en Cartagena estaban advertidos. El cólera venía en camino después de haber dejado miles de muertos en Asia, Europa, Norte y Centro América. Pero las autoridades se rehusaban a tomar las medidas del caso. Muchos se preguntaban porqué la Junta de Sanidad y el gobernador no habían puesto en cuarentena a todos los barcos provenientes de puertos infectados. "Si uno llevó la peste a Chagres [Panamá], otro podría traerla a Cartagena", decía un periódico de la ciudad. Cuando el Congreso de la República sometió a debate la pertinencia de la medida, el futuro presidente Manuel María Mallarino dijo que la cuarentena violaría los designios de Dios, porque que el cólera era un castigo divino. Lo cierto es que la discusión estaba mediada por el interés de algunos grupos de poder que consideraban que la cuarentena, además de ser inútil, afectaría el comercio. 

El 25 de junio de 1849 llegó a la Gobernación el reporte de seis muertes ocasionadas por una enfermedad desconocida. Joaquín Posada Gutiérrez recordaba cómo las personas caían fulminadas en la plaza de mercado, una detrás de otra, sufriendo convulsiones y padeciendo calambres terribles. Con las horas se confirmó que se trataba del cólera. La ciudad enseguida entró en caos. Los campesinos y los comerciantes huyeron despavoridos, y pronto comenzó el desabastecimiento. Los más humildes fueron los más afectados. Los distritos de Santo Toribio y la Trinidad, que hoy corresponden a San Diego y Getsemaní, registraron el mayor número de victimas desde los primeros días. A falta de un acueducto, los pobres de la ciudad consumían el agua de los aljibes públicos, los cuales estaban más expuestos a ser contaminados con el bacilo que causaba la enfermedad.

En el Hospital de Caridad, seis de cada diez infectados morían a causa del cólera. No existía una cura conocida, y los médicos ensayaban con lavativas de vino, cloruro de cal y óxido de sodio, e infusiones de manzanilla, láudano, y calomel. Todas eran inútiles. Cuando la situación parecía no por estar peor, el Hospital cerró sus puertas debido a la falta de suministros. El gobernador Juan José Nieto recordaría unos meses después el peor momento de la crisis: no había alimentos, ni medicinas, y su despacho se había llenado de menesterosos que pedían ayuda. 

En agosto, el cólera comenzó a ceder. No sabemos con certeza cuantas vidas cobró la peste, pero los cálculos más conservadores hablan de la desaparición del 10% de la población. El cólera dejó a su paso una estela de miseria. Un periódico de la ciudad reconstruyó la escena en estas palabras: "mendigos y huérfanos, casi desnudos sin hogar y con hambre, se les ve de puerta en puerta pidiendo el pan necesario para su subsistencia". 

La historia no sirve para aleccionarnos. Cada hecho tiene sus propios matices, lo que impide convertir a los libros de historia en recetarios para el presente y futuro. Pero si nos puede ayudar a comprender de qué manera obra la sociedad humana en contextos de crisis. Y la pandemia del cólera de 1849 nos dice que cuando se privilegia el dogma y el interés particular, y las autoridades actúan de manera negligente, las consecuencias pueden ser devastadoras. En circunstancias como las que atravesamos actualmente debe primar la empatía y la solidaridad. Cuando una enfermedad toca el cuerpo de toda una sociedad, o nos salvamos todos, o no se salva nadie.  

Comentarios

  1. Saludos estimado profesor. Excelente reflexión la que hace en el texto. Esa epidiamia del siglo XIX ( 1849) debe servirnos como sociedad para no cometer los errores del pasado y superar de una mejor manera esta coyuntura.

    Cordial saludo.

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  2. Muy buena reflexión, es un gran aporte!

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  3. Muy buena reflexión ojalá los gobiernos tomarán esto más enserio y las medidas necesarias antes de que fuese muy tarde en ocasiones futuras ya q volvimos a caer en el mismo error....

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  4. Gracias por compartir, muy buena ilustración, saludos

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  5. Exelente refleccion el poder del no poder es lo que tiene a esta comunidad ciega y no ver la realidad de lo que aconteze gracias

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  6. El Corona virus también entro a Cartagena por un barco, un crucero lo trajo, por culpa también de los gobernantes que lo dejaron entrar a la ciudad después de que en otros países le negaron el permiso, por traer pasajeros sospechosos que venían de países en donde ya estaba el virus, acá en le dieron permiso para que esos pasajeros se pasearan como si nada por el centro

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