Ser mujer es un delito en la Cartagena turística


Eran las 7 de la noche y Milena* ya había salido de su oficina en el Centro Histórico de la ciudad. Acordó verse con tres amigas en un bar cercano, y las esperaba sentada en una de las mesas ubicadas en el parque de al frente. El mesero se acercó y le advirtió que las mesas eran solo para los clientes. Milena le contestó que ella iba a consumir y le pidió una cerveza. El mesero le respondió: "Tu sabes perfectamente que las putas no pueden sentarse aquí". Milena se sintió insultada y confrontó al mesero. Al rato, la disputa se había convertido en un descomunal escándalo público. La Policía llegó un par de minutos después. Para sorpresa de Milena, los agentes le dieron la razón al mesero y se la llevaron al CAI más cercano. Allí la mantuvieron por tres horas mientras la sometían a burlas y humillaciones. De poco sirvió que Milena les demostrara que era una oficinista cualquiera y que no había incurrido en falta alguna. Al filo de la medianoche, sin que se levantara ningún cargo en su contra, fue puesta en libertad. 

La historia de Milena es la historia de cualquier mujer cartagenera que comete la osadía de andar sola por las calles de la Cartagena turística. Cometer ese "delito" les condena a ser confundidas con trabajadoras sexuales por parte de la Policía, meseros, vigilantes, y turistas. En Colombia, donde el trabajo sexual es completamente legal, las mujeres que deciden ejercer aquel oficio son discriminadas, humilladas, y hostigadas por civiles y uniformados. En la Cartagena turística, el estigma persigue a cualquier mujer indistintamente de como se gane la vida. Y si es una mujer negra, las posibilidades aumentan. La unidad entre el turismo y el patriarcado ha conducido a que el cuerpo de la mujer cartagenera sea exotizado, sexualizado, y degradado al nivel de una mercancía de libre consumo. Los turistas se pasean por las calles del Centro Histórico convencidos que los dólares que llevan en los bolsillos bastan para acceder a cualquier mujer. Mientras tanto, las autoridades y los empleados de establecimientos comerciales asumen que toda mujer local es una trabajadora sexual en potencia. Los excesos del turismo, de la mano de las estructuras históricas del racismo y el patriarcado, han llevado a la ciudad a la debacle y han convertido a la mujer cartagenera en un blanco fácil de la violencia de género. Es necesario abrir los espacios para que las mujeres que han sido victimizadas brinden su testimonio, y de ese modo, hagan valer el derecho que tienen sobre sí mismas y sobre sus cuerpos.  

Milena*: simboliza el nombre de cualquier mujer en la Cartagena turística. 

Comentarios

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