La batalla por la memoria histórica



Uno de los retos más difíciles de los primeros meses del gobierno de Iván Duque ha sido el nombramiento del nuevo director del Centro Nacional de Memoria Histórica. Hasta ahora, todos los candidatos han sido cuestionados por la opinión pública, sobre todo, por carecer de méritos académicos suficientes. El último de ellos es Darío Acevedo, un historiador, y profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. A pesar de su notable trayectoria académica, Acevedo no es experto en la historia del conflicto armado colombiano. Por el contrario, se niega a reconocer su existencia y defiende la tesis que afirma que la guerra en Colombia no es más que la lucha del Estado en contra del terrorismo. Esta tesis cuestiona el trasfondo político del conflicto, y por ende, le resta legitimidad a los esfuerzos por una salida negociada. Después de todo, se asume extraoficialmente que con el terrorismo no se negocia. Pero todo proceso de paz pasa por el reconocimiento de la calidad de actores políticos a las fuerzas en disputa. El Centro de Memoria Histórica nace precisamente en el marco de un proceso de paz, como un esfuerzo para comprender las raíces de la guerra, y así garantizar la no repetición. ¿Cómo puede Darío Acevedo liderar un proceso que va en contravía de su interpretación de la realidad histórica del país?

El nombramiento de Darío Acevedo encierra otros peligros. Puede conducir a la construcción de una memoria sesgada sobre el conflicto armado, tal como sucedió en Perú. Allí prevalece la tesis que Acevedo defiende para el caso colombiano. La verdad oficial dicta que la guerra en Perú se libró entre los terroristas del Sendero Luminoso y del MRTP (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) y el pueblo peruano. No obstante, se reconoce la responsabilidad de las fuerzas de seguridad del Estado en la violación sistemática de los derechos humanos. El verdadero sesgo vino a la hora de visibilizar la responsabilidad individual del expresidente Alberto Fujimori. Aunque la justicia peruana ya lo condenó como el determinador de dos masacres cometidas entre 1991 y 1992, la memoria histórica todavía no ha logrado digerir su responsabilidad en el recrudecimiento de la guerra. El Lugar de la Memoria, ubicado en Lima e inaugurado en el 2015, es una muestra de eso. Este es un espacio de conmemoración pedagógico y cultural dedicado a divulgar la memoria de la guerra y la voz de las víctimas, que se estiman en casi 70 mil personas. Desde la primera sala se advierte la existencia de una verdad oficial: los hechos ocurridos entre 1980 y el 2000 fueron el resultado de una guerra que organizaciones terroristas libraron en contra del pueblo peruano. Como parte de su estrategia contra-insurgente, las fuerzas del Estado incurrieron en la violación sistemática de los derechos humanos. El Lugar de la Memoria se esmeró por recoger el testimonio de las víctimas de ambas partes. No obstante, el papel de Fujimori pasa desapercibido. La única alusión a su responsabilidad se encuentra en un pequeño mural al final de una sala, donde no se destacan los crímenes por los cuales fue condenado, sino los debates que su condena suscitó en la opinión pública. La memoria sobre Fujimori aún incomoda. Sus herederos son la segunda fuerza política más importante del país, y han bloqueado los esfuerzos por exponer la verdadera dimensión de los crímenes cometidos durante su gobierno. 

Es natural que la construcción de la memoria histórica tenga lugar en medio de los debates políticos del presente. La memoria en sí misma es la apropiación del pasado por parte de la sociedad presente, y es inevitable que lo político influya en su formación. No obstante, debe prevalecer el derecho de las víctimas a exponer su verdad, y el derecho de la sociedad a reflexionar sobre las formas para prevenir la perpetuación y/o repetición de la guerra. El nombramiento de Darío Acevedo pone en riesgo cualquiera de estos dos fines. 

Comentarios

Entradas populares