Y la esperanza de Cartagena, ¿Donde está ?




La primera fase de la Operación "La Heroica" de la Fiscalía puso al descubierto lo que ya era un secreto a voces: la existencia de una red de corrupción gerenciada por el alcalde Manolo Duque y su primo hermano José Julián Vásquez, con la complicidad criminal de varios concejales. Cartagena tiene a su alcalde electo tras las rejas, y mientras tanto Sergio Londoño Zurek, el director de la Agencia Presidencial de Cooperación, hace las veces de burgomaestre. Sin embargo, la crisis institucional persiste. Esta situación, sumada a la creciente inseguridad, el precario funcionamiento de los servicios públicos, y las habituales tasas de pobreza y desempleo, hacen sentir que Cartagena atraviesa por una mala racha.

Ahora muchos se preguntan por el camino a seguir para sacar a la ciudad del atolladero. A los que proponían un referendo revocatorio para forzar la salida del alcalde Duque, ahora se suman las voces de los que exigen su renuncia inmediata para así dar paso a elecciones atípicas, y de esta manera resolver definitivamente la crisis institucional. No obstante, eso nos pone de frente al mismo escenario de siempre: en una ciudad dominada por las mafias, donde dos o tres gamonales eligen los candidatos a dedo, las elecciones atípicas se convertirán en un mercado persa de compra y venta de votos. No existen ni siquiera candidaturas alternativas que hagan pensar que el desenlace de tales elecciones será distinto al de aquellas que llevaron al poder al desafortunado Manolo Duque.

No hay formulas mágicas para resolver este problema. Los dolientes de Cartagena tienen que entender que los problemas estructurales de esta ciudad no se resuelven con una jornada electoral. El camino más sensato es apostarle a cambios significativos, lo que quizás nos tome una o dos generaciones. Hay que reactivar la sociedad civil, articular las organizaciones de base, y construir ciudadanías críticas. Es necesario pensar en una fuerza política integral (e integradora) que agrupe a todas las fuerzas vivas que hoy luchan dispersas en contra de toda forma de explotación y discriminación. Hay que construir nuevos liderazgos, apostarle a los jóvenes, sobre todo a aquellos que están alejados de las aulas universitarias, de las cámaras, y de las redes sociales, esos que desde el anonimato construyen ciudad, en los barrios, entre el barro y la maleza, entre la ciénaga y el cerro. La esperanza de Cartagena puede que no esté encerrada en los muros caprichosos del Centro Histórico.

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