Cartagena y sus nuevas murallas


En días pasados sucedió lo impensable. Un barrio estrato cuatro recurrió a los medios que durante años los barrios más humildes habían implementado para hacerse escuchar. Los residentes de El Recreo, al sur de Cartagena, bloquearon con llantas y troncos de madera coronados en fuego una avenida cercana para manifestarse en contra de la inseguridad que por estos días los azota, pero en particular en contra de la determinación de la Alcaldía Menor del sector de retirarles unos enormes portones que habían colocado en medio de algunas de sus calles con tal de impedir el flujo indiscriminado de motos. Para ellos, ha sido esta la causa de los constantes atracos a mano armada que se registran en sus calles. 

Bloquear una calle sin autorización previa es un acto ilegal, y eso esta fuera de discusión. Mas el hecho de que lo sea no le hace menos comprensible. Esta ha sido una medida desesperada por parte de ciudadanos que sienten que sus suplicas no han sido debidamente atendidas, y que por lo tanto se vieron forzados a actuar por encima de las determinaciones de la ley. Y no es el único caso. A lo largo y ancho de la ciudad se levantan nuevas murallas, que no tienen por objeto impedir el acoso de los piratas y bucaneros como su contraparte colonial, sino la de proteger a los residentes de los azotes de la delincuencia.  

La violencia nos ha conducido a extremos inimaginables. Por fuera del respaldo cada vez mas extendido a las violaciones a los derechos humanos como una estrategia para lidiar con la violencia (sea en la forma de limpieza social o linchamientos públicos), la inseguridad ha traído consigo que los ciudadanos deseen auto-segregarse, encerrarse entre muros para evitar al otro, negándose así mismos a interactuar con terceros, y en consecuencia, creando fracturas sociales que con el tiempo serán irreparables. Terminaremos viviendo en una ciudad de extraños, donde cualquier desconocido será visto con sospecha y donde reinará el miedo siempre que nuestros pasos nos lleven mas allá de nuestro pequeños feudos. 

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